El Callao ya no es solo un puerto. Se ha convertido en la autopista de salida para las mafias más peligrosas del continente. Esta semana, la Policía Nacional del Perú incautó más de 317 kilos de cocaína en un almacén de exportación, droga vinculada directamente al Cartel Mexicano de Sinaloa, una de las organizaciones criminales más violentas del planeta.
Pero este no es un caso aislado. Es solo una muestra del nivel de penetración que tiene el narcotráfico en nuestro país. Y lo más alarmante es que ocurre justo en la puerta de entrada y salida del Perú, el principal puerto del país.
¿Quién controla realmente los puertos? ¿Quién permite que estas toneladas de droga se transporten? El crimen organizado no opera solo. Opera con complicidad y con protección.
Desde hace años, expertos vienen advirtiendo que el Callao es el centro logístico del narcotráfico en Sudamérica. Y sin embargo, el Estado no actúa con la fuerza ni con la voluntad necesaria. Se repiten decomisos, se repiten titulares, pero la estructura sigue intacta.
Mientras tanto, en las calles del Callao, los vecinos viven entre extorsiones, asesinatos y balaceras. Porque donde hay drogas, hay sicarios. Donde hay mafias, hay violencia. Las madres pierden a sus hijos y esposo gracias a las drogas.
Y cuando el crimen se organiza, pero el Estado no, son los chalacos los que termina pagando el precio.
El Perú necesita un golpe de timón real. Se requiere una estrategia nacional para recuperar los puertos, desarticular redes logísticas del narcotráfico y cortar de raíz la corrupción que les da vía libre.