Los números son claros. Más del 53% de los peruanos confía poco o nada en las ONG, de acuerdo con la Encuesta IEP, encuesta que algunos medios intentan usar para blanquear a estos operadores disfrazados de “sociedad civil”.
Porque las ONG’s que más poder tienen —como el IDL de Gustavo Gorriti— no representan al pueblo. Representan intereses oscuros, redes políticas y favores cruzados que han capturado el sistema judicial peruano.
¿Quién confía en ONG’s que se disfrazan de “defensoras de la democracia”, pero en realidad meten y sacan fiscales, blindan aliados y persiguen rivales ideológicos? ¿Quién se traga el cuento de la neutralidad, cuando durante años han sido las operadoras ideológicas de la mafia caviar, infiltradas en todas las instituciones del Estado?
En el Callao lo sabemos bien: las ONG’s aparecen para opinar en la prensa, pero desaparecen cuando hay que limpiar el crimen en las calles, cuando hay que exigir justicia para las víctimas reales. Para ellas, todo es un juego de poder.
Y mientras el país se cae a pedazos, las ONG’s siguen recibiendo fondos internacionales, siguen siendo intocables, y siguen colocando a sus fichas en los espacios clave del Estado.
Lo que necesita el Perú no son más opinólogos con oficina. Necesita justicia de verdad, instituciones limpias, y un país donde el poder no esté en manos de los que no se someten a elecciones.
El Perú no se va a salvar con más ONG’s. Se va a salvar cuando rompamos con el modelo que permite que los mismos mafiosos sigan mandando. Ese es el verdadero cambio de ciclo que necesitamos.