EL TERRORISMO VUELVE A DISFRAZARSE DE POLÍTICA

Guillermo Bermejo, congresista y precandidato presidencial, fue sentenciado a 15 años de prisión por afiliación con Sendero Luminoso, pero en lugar de rechazarlo, los partidos de izquierda que participarán en las elecciones del 2026 salieron a defenderlo.

Juntos por el Perú y Nuevo Perú, liderados por Roberto Sánchez y Verónika Mendoza, calificaron la sentencia como una “persecución política” y no como lo que realmente es: la confirmación de los vínculos entre la izquierda extrema y el terrorismo que tanto daño le hizo al Perú.

Según la investigación judicial, Bermejo mantuvo reuniones con los cabecillas terroristas Víctor y Jorge Quispe Palomino, alias “José” y “Raúl”, entre 2008 y 2009, participando en actividades logísticas de la organización.

Pero lejos de marcar distancia, la izquierda ideologizada ha optado por victimizar a Bermejo y blindarlo políticamente. Una vez más, la mafia caviar trata de reescribir la historia, llamando “persecución” a la justicia y presentando como “héroes” a quienes tienen un pasado ligado al terror.

El país entero jamás podrá olvidar lo que se vivió durante los años más oscuros de Sendero Luminoso y el MRTA: miedo, sangre, bombas y familias destruidas. Fueron decenas de miles de peruanos asesinados, miles de niños huérfanos y más de 25 mil millones de dólares en pérdidas que hundieron nuestra economía y nuestra esperanza.


Y sin embargo, este sistema político que debió jubilarse hace tiempo permitió que miembros de esas mismas organizaciones terroristas se colaran en el Congreso y llegaran a ocupar cargos públicos.

Guillermo Bermejo es el reflejo más doloroso de esa impunidad. Un hombre vinculado al terror que llegó a ser congresista y ahora pretendía ser candidato presidencial.


Gracias a la justicia, hoy está sentenciado, pero resulta insólito e indignante que partidos de izquierda salgan a defenderlo como si fuera una víctima.


¿Hasta cuándo el Perú va a tolerar que se defienda a quienes asesinaron a su propio pueblo?

Este caso demuestra lo que verdaderamente está en juego en las elecciones de abril del 2026. Se trata de decidir si el Perú volverá a caer en manos de quienes justifican la violencia, el extremismo y el caos, o si avanzará hacia un nuevo ciclo político basado en liderazgo y justicia.

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